... febrero de 2014
Hay una parte importante del feminismo y del logro de una
mayor participación de las mujeres en la sociedad que nos ha venido
desencantando. Como diríamos en mi país, “se nos volteó la arepa”. La igualdad y equilibrio en las relaciones de género
presentes en las parejas de estos tiempos son el factor común. Se entiende esta
situación como una evolución en las relaciones y un triunfo del poder femenino
en la construcción de modelos de familia. En el formato heterosexual, los hombres
hoy en día, en general, se hacen cargo de los quehaceres domésticos, del
cuidado de los hijos y del suministro de recursos al hogar tanto como las
mujeres. Cuando hay desigualdades, suele haber negociaciones en la pareja para
lograr el equilibrio en otras instancias, generando así un relacionamiento más igualitario y que reduce las posibilidades de generar relaciones de poder
marcadas en las que hay un dominador y un sumiso.
No obstante, hay algunas consecuencias o impactos no
esperados de la evolución del feminismo que no son motivo de celebración, en
especial para las mujeres de la generación inmediata a la de sus protagonistas
(y yo hago parte de este grupo). El análisis
de estos efectos destaca que hay asuntos que merecen ser revisados y que
nuestros avances en la sociedad son susceptibles de ser cuestionados y, por
supuesto, de ser mejorados. No escribo esto con miras a atacar a un movimiento
al que le costó y le siguen costando innumerables luchas por el logro de
derechos y al que tanto avance le debemos. Sólo quiero exponer que hay aspectos
que no son positivos para las artífices ni para las herederas del mismo y que
abren interrogantes sobre nuestros roles y participación en la sociedad y sobre
las maneras de relacionarnos con los hombres.
Como no pretendo hacer una “artículo especializado” sobre el
tema, ya bastantes hice en mi vida de estudiante de pregrado y en mi maestría,
sintetizo en un breve listado los aspectos en los que se nos “ha volteado la
arepa” (sin menciones de doble sentido, claro está) y a continuación describo
un poco cada uno:
- Incremento en el número de “obligaciones” y responsabilidades asumidas
- Conductas abusivas de parte de algunas mujeres sobre los derechos de los hombres y sobre los derechos de sus hijos
- A pesar del logro de igualdad de condiciones en muchas parejas, esto ha apadrinado también un asunto preocupante: la pérdida de satisfacción y frecuencia sexual de sus integrantes
Al final de la jornada, tenemos entonces mujeres
profesionales, inteligentes, socialmente exitosas y admirables, hermosas pero
tan cansadas. Son madres, esposas, comandantes y operarias de la “economía del
cuidado”*, trabajadoras “incansables” y todo el listado de roles que estas
funciones implican. Y es allí donde a muchas les surge el interrogante acerca
de cuándo tendrán por fin tiempo para
ellas, para sentirse realmente libres
y haciendo lo que más les gusta y anhelan; llegan los 30s y los 40s con un debacle
de cuestionamientos y arrepentimientos en los que las promesas de felicidad de
las “profesionales realizadas” resultan ser efímeras y hasta falaces, la
rebelión interna desencadena hastío, divorcios, peleas y malentendidos y, en el
medio, niños que deben adaptarse a la idea contradictoria de pertenecer a dos
hogares en pugna a la semana. Y esto ya me lleva al segundo factor mencionado.
He visto, cada vez de forma más reiterativa, que muchas
mujeres han transformado sus propias inseguridades y revanchas internas (como
creer que deben sacar el máximo provecho de los hombres, aclaro que no es romántico
ni sexual, sino económico; clara, contundente y explícitamente económico) en una
lucha por minimizar los derechos de quien ha sido su pareja, en particular de
quien ha puesto la semilla para que éstas se reproduzcan. Y debo confesar que,
al tener varios amigos y allegados padeciendo este tipo de situaciones, me
solidarizo con ellos pues estas chicas literalmente
se han ido al carajo. Son una vergüenza para nuestras predecesoras las
feministas luchadoras y, en general, para el género. Curiosamente, éstas son
las primeras en declararse feministas e independientes y toda esta farsa se les
acaba cuando logran su verdadero objetivo: atrapar a un hombre con buen
bolsillo bajo la excusa de la maternidad. A ver, convengamos que los
preservativos no son costosos y que la pastillita está más que generalizada. Los
hombres no “caen” ingenuamente pero no se dan cuenta de que tienen todas las de
perder, pues la ley en varios países (especialmente en aquellos de los que
puedo dar cuenta) favorece a las “sufridas” madres de familia, quienes gustan
de cuotas familiares irrisorias, prohibición de visitas y son todo menos
ingenuas.
El resultado, padres que no pueden ver a sus hijos pero que
de todos modos deben pagar manutenciones con cifras infladas por las madres de
los chicos, juicios, travesías legales interminables y mientras tanto los niños
crecen escuchando a sus madres hablarles mal de sus padres. Si esto no es un
abuso de los beneficios y libertades de la mujer, no sé cómo pueda llamársele.
Si hablamos de igualdad de derechos, estos escenarios tan comunes deberían
contemplarse como parte de la lucha, en favor de ellos y de ellas. ¡Basta de
sesgos injustos y absurdos!.
Como parte de las consecuencias, veo a mis amigas enfadadas
porque sus novios huyen al compromiso, ellas no imaginan cómo es posible que
los hombres teman tanto al asunto del felices-por-siempre. La verdad es que, sin tomar parte en el
asunto, entiendo sus razones, las de ellos. Aquellos que se informan, no se dejan llevar por la calentura pasajera y son un
poco más precavidos saben de las consecuencias nefastas que a veces formalizar
una unión puede traerles, pues han tomado conciencia de que ante un evento de
conflicto las mujeres pueden hacer uso de temibles y destructivas armas
legales. Es por esto que ellos prefieren esperar y esperar, no porque no deseen
unirse a una pareja y formar una familia sino porque quieren asegurarse de que
su elección es la adecuada. Para ellos no queda más que confiar en el amigo
tiempo y estar atentos a las señales.
Y ahora el factor final. Aunque parezca increíble, no todo
es perfecto para las “parejas perfectas”. Se ha demostrado, de acuerdo con varios
estudios**, que las parejas en las que los quehaceres del hogar y los roles se
comparten por partes iguales y éstas son empáticas y asertivas en las
negociaciones y decisiones del hogar, tienen un problemita: poco, muy poco
sexo. Si bien este tipo de parejas tienen mucho menos riesgo de terminarse que
aquellas en las que los roles son desiguales, al parecer, para las personas insertas
en estas relaciones envidiables, la percepción de estar en un mismo nivel con sus
parejas desvanece la diferenciación femenino-masculino (claro-oscuro, yin-yang,
opuestos que se complementan) y, por tanto, hace que pierdan ambos su deseo
sexual. Se encontró además que esto no sólo ocurre en parejas heterosexuales,
es un fenómeno que ocurre a todas aquellas con igualación de roles.
Un ejemplo concreto ocurre cuando en parejas heterosexuales los
hombres que defienden los derechos de las mujeres son tan cuidadosos con sus
esposas o novias. Algunas mujeres expresan tener fantasías sexuales pero éstos
por temor a causarles daño o ser agresivos prefieren no incentivarlas. De
acuerdo con uno de estos estudios, las mujeres expresan el deseo por hombres
rudos en la cama, única y exclusivamente en ese ámbito de la vida de pareja.
Aman los hombres inteligentes, que las cuidan y con los que es posible
negociar, tiernos y amorosos, pero desean que por momentos se conviertan en
salvajes a la hora de la intimidad. Una conclusión importante al respecto es
que “los valores que impulsan las buenas relaciones sociales no son
necesariamente los mismos que despiertan la libido. La mayoría de nosotros nos
calentamos en la noche con las mismas cosas hacia las que nos declararemos en
contra durante el día”***. Bueno, esto es ciertamente cuestionable pero es
seguro que tiene sus matices, la sexualidad es una esfera bastante compleja.
Todas estas cuestiones requieren ser pensadas y, por qué no, autoanalizadas en el caso particular de cada una de nosotras las mujeres: ¿qué tanto hacemos valer nuestros derechos? pero también ¿qué tanto aportamos a nuestro entorno y a la sociedad en general a través de la validación de estos derechos? son temas que requieren ser replanteados cada vez que hacemos uso de las libertadas adquiridas. No debemos olvidar que los roles asociados (trabajadoras, madres, economistas del cuidado, fundamento y amalgama del entorno familiar, etc.) a nuestro lugar-en-la-sociedad son fundamentales para el bienestar social, son resultado de la evolución de años y años de posicionamiento de las mujeres en las esferas privada y pública. Hay un logro evidente de derechos, queda pendiente la tarea de revisar cómo generar equilibrio en los terrenos conquistados para bien de ambos géneros, sin abusos y sin pugnas de poder.
* Economía del cuidado: definida como los bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes para la existencia y reproducción de las personas, en las sociedades en que viven. Se trata de "aquellos elementos que cuidan o “nutren” a las personas, en el sentido que les otorgan los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para sobrevivir en sociedad (Unifem,2000). Así, el cuidado refiere a los bienes y actividades que permiten a las personas alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio. Abarca por tanto al cuidado material que implica un trabajo, al cuidado económico que implica un costo y al cuidado psicológico que implica un vínculo afectivo (Batthyany, 2004)". Rodríguez Enríquez, Corina. Economía del Cuidado y Política Económica: Una aproximación a sus Interrelaciones. CEPAL, 2005.
** “Egalitarianism, Housework, and Sexual Frequency in Marriage”
http://www.asanet.org/journals/ASR/Feb13ASRFeature.pdf
*** “Does a more equal marriage means less sex?” http://www.nytimes.com/2014/02/09/magazine/does-a-more-equal-marriage-mean-less-sex.html?smid=fb-share&_r=0