domingo, 6 de julio de 2014

De madrastros y padrastras

... julio de 2014
¿Se han preguntado por lo que sienten o piensan de su rol las madrastras y los padrastros? Siempre se habla del sufrimiento de los hijos de padres separados y, por supuesto, de los duelos que deben afrontar quienes se separan, pero ¿qué pasa con las personas que entran en escena sin haber sido parte del conflicto? Me atrae el tema porque aún permanecen vivos imaginarios populares que asocian a las madrastras con personajes tales como brujas o seductoras malvadas que llegan a generar discordia y separación entre el padre/madre y sus hijos. La realidad social está completamente distorsionada al respecto y los cuentos infantiles más tradicionales han aportado lo suyo al fortalecer la permanencia de esta distorsión.

Estas expresiones, símbolos y representaciones a veces descubren la otra cara de la moneda: incertidumbre, tristeza y conflictos para quienes, sin quererlo y sin buscarlo de esa forma, deben desempeñar ese, la mayoría de las veces, ingrato rol en la nueva configuración familiar de las parejas que han elegido. Hay excepciones, por supuesto, pero la regla se caracteriza por la incomodidad y el malestar.

Sólo por curiosidad busqué imágenes por google bajo el término “madrastra” y los íconos predominantes fueron las siguientes:





No ocurre lo mismo cuando la búsqueda se filtra por la palabra “padrastro”, tal parece que, culturalmente ellos no se representan como personas tan malévolas como sí sucede en el caso de las mujeres. Hasta en estas extensiones de las familias, las representaciones del rol acarrean diferenciaciones de género, en las que unas son malvadas y los otros no lo son tanto.

Admitámoslo, las madrastras tienen siempre las de perder y muy especialmente cuando la relación entre su actual pareja y la madre de sus hijos es negativa. Cuando las ex son conflictivas las madrastras terminan pagando los platos rotos. Lamentablemente, vivimos en una sociedad en la que las personas son tomadas como medios y no como fines, siendo en estos casos los hijos usados como “un medio para la propia consagración personal, social o familiar”*, y por supuesto, económica.

En los casos en que la participación de la madrastra es más alta debido a una mayor permanencia del hijo de su pareja en casa, no es bien visto que ella corrija con ahínco comportamientos negativos del niño, por la simple razón de que “ella no es la madre”. Pero, de otra parte, es mal visto si ella prefiere no intervenir y deja que su pareja se encargue de corregir a su hijo solo. Esto por considerarse que “no está colaborando en la educación del niño”. Y esta es tan sólo una parte del conflicto interno que debe vivir la madrastra: “¿estoy actuando correctamente? ¿Cómo debo hacerlo? ¿Por qué siempre debo ser juzgada injustamente?”.

Pero, supongo, no todo es malo para la madrastra. Suma el hecho de que su pareja ya viene con algo más de conocimiento para sobrellevar la crianza de un nuevo hijo (por ensayo y error). La experiencia previa le brinda herramientas para apoyar a su nueva pareja. Claro está que la magia y asombro de la primera vez es algo que ya no podrá ser compartido.

En definitiva, el mejor consejo, chicas, es el de engancharse con hombres sin líos no resueltos con sus anteriores relaciones. El que tengan hijos, en especial pequeños, puede ser una señal de asuntos sin resolver, una forma de “olor a problemas”, de “huye a tiempo”. Pero bueno, suena muy fácil así dicho y escrito, ya lo dijo aquél conocido escritor, “como si se pudiera elegir en el amor”.


* Sinay, Jorge. "Intentos de enmendar errores del pasado", en Diario La Nación, domingo 6 de julio de 2014.

jueves, 3 de julio de 2014

Y la Copa Mundial es para... ¡¡las mujeres sustentables!!

... julio de 2014
Aprovechando los temas mundialísticos, ¿qué tal si las mujeres proclamamos nuestra posesión de la copa? Esto en realidad es un juego de palabras, pero ya voy a explicar de qué se trata.




Últimamente me he preguntado por qué no hay un ítem o sección de género en el listado de factores que se tienen en cuenta para la medición de la huella de carbono de cada persona. No por plantear culpas innecesarias diferenciadas en uno u otro caso, sino por generar consciencia acerca de las implicancias de la forma en que convivimos con nuestros propios impactos sobre el planeta. Por ejemplo, estoy segura de que no todas las mujeres nos hemos cuestionado acerca de los impactos que producimos en el ambiente y en nuestra salud como resultado de la manera en que asumimos nuestros propios ciclos naturales. Sin más rodeos, me refiero a la toma de consciencia sobre la cantidad de desperdicio que se produce como resultado del uso de herramientas, como tampones y toallas sanitarias, para sobrellevar nuestros períodos femeninos.

Es importante que las mujeres asumamos de una vez por todas nuestra responsabilidad frente al tema –esto sin mencionar también nuestra responsabilidad como madres a través de la decisión de usar los contaminantes pañales descartables con nuestros bebitos. No podemos sugerir que es por falta de opciones, menos aún hoy en día, porque estaríamos sosteniéndonos en una gran falacia. Pero, peor, no podemos culpar por falta de información, pues salvo que vivamos en una comunidad desconectada de los grandes medios de comunicación, tenemos acceso a informarnos con mucha facilidad desde nuestros hogares. En resumen, si seguimos siendo no sustentables en la manera en que llevamos nuestros ciclos es a causa de falta de interés en buscar otras opciones (indiferencia) o porque simplemente no nos interesa o no queremos (apatía). Esto descartando algunas culpas fundamentales a quienes inventaron estos sistemas de "absorción", que seguramente fueron hombres.

Hay algo claro: las mujeres podemos decidir frente a la manera en que asumimos nuestros ciclos naturales. Asusta enterarnos de cifras como que en un año las mujeres del país (Argentina) consumimos en toallitas y tampones el equivalente a 10.140 toneladas de pasta fluff. Esta pasta, lamentablemente, se produce a partir de los de los árboles de monocultivo. En pocas palabras, estamos arrasando con la selva misionera y así, seguramente, somos también responsables de haber arrasado con ecosistemas completos por todo el planeta. Además, no olvidemos la cantidad de desechos no orgánicos que con su uso vamos dejando, sólo para mencionar una cifra: en Argentina las mujeres consumimos 3.380 millones de unidades de toallitas y tampones al año, sumemos esto a los desechos de todas las mujeres del planeta que usan estos métodos (¡una toallita dura 500 años en degradarse¡) y, si somos lo suficientemente conscientes, nos vamos preocupar. Es por todo esto que un día decidí informarme y cambiar definitivamente la manera de vivir cada mes mis ciclos, al igual que otras más de 2.000 mujeres lo han hecho también en el país durante los últimos 5 meses. 

La alternativa es la copa menstrual. Suena a un producto nuevo pero no es así. Existe desde los años 30 y en los países más avanzados es una herramienta que millones de mujeres usan desde hace años sin riesgo alguno para su salud y con la certeza de que no están acabando con bosques ni sumando al exceso de desechos que las tradicionales toallitas y tampones dejan al planeta. ¿Por qué no es tan popular como los otros métodos? Porque a los empresarios que los producen dejaríamos de comprarles mes a mes sus productos, pues una sola copa tiene una duración de más de 5 años. Una cosa más, con la copa se terminan los cambios constantes durante el día o la noche cuando estamos en esos días; la podemos llevar por hasta 12 horas sin necesidad de cambio y realizar cualquier actividad deportiva o de movimiento. Y aún mejor, previniendo infecciones, olores y otras consecuencias negativas que el uso por años de tampones y toallitas puede causar a nuestro cuerpo.
Así que, ¡mujeres!, ¡vamos por la copa! ¡es nuestra!

 
Un poco de publicidad: la organización social y comercial Cíclica está produciendo la copa en el país. Ésta se alió con Banco de Bosques y por cada copa vendida la organización se compromete a proteger un metro cuadrado de bosque nativo. La copa la consiguen en Capital Federal en la tienda de productos sustentables La Posta Eco: www.facebook.com/LaPostaEco