martes, 26 de mayo de 2015

Con los muertos o “paquetes” en la mochila


... mayo de 2015

Hace algunos días fui a ver la obra de teatro de una amiga, titulada “Paquetes para el amor”, una muy buena producción con un libreto elaborado por los mismos actores y que trataba de una forma cruda y directa sobre un tema que todos hemos disfrutado y padecido: sí, el amor de pareja… ¡ah! El amor (no pude evitar incluir el infaltable suspiro).

La obra, ¡excelente! Mezcla de danza contemporánea y monólogos con textos vivenciales y desgarradores sobre el amor por estos días que corren. "¿Consumimos personas o paquetes? ¿paquetes o personas?"... consumimos y tiramos, una visión muy Baumaniana y desesperanzadora, pero ante todo realista, del amor. Pero lo más fuerte de la obra, además de sus argumentos, fue el efecto que generó en varios de los que asistimos a verla. Por mi parte, antes de la venia final de los actores ya estaba con la cara empapada en lágrimas, miré a mi alrededor y fui la única.

Luego, terminé la noche celebrando el éxito de la obra (era la última de varias presentaciones de esa semana de estreno) con mi amiga y los demás actores, así como con otros amigos y fans de la obra. Y lo inevitable: el tema del amor y la extraña sensación con la que salimos todos después de verla.

En general, la mayoría relató sus historias de decepción amorosa y de cómo algunos no han podido olvidar a su ex. Pero no me refiero a que guardan en su memoria lindos recuerdos sino que sufren, realmente sufren, el hecho de creer cargar con su ausencia. 

A decir verdad, noté que el problema está en que no es precisamente la ausencia de sus parejas lo que las afecta, todo lo contrario, es su total presencia en sus vidas y pensamientos. El tema es que cuando las relaciones han terminado, las exparejas, al igual que la relación, pasan a ser algo similar a cadáveres. Muerta la relación, muerto el ex. Si se sigue añorando ese ex entonces sucede que quien añora lleva nada más y nada menos que un cadáver en su mochila. Y lo peor, los cadáveres se descomponen y cuando éstos no son enterrados empiezan a oler mal con el tiempo. Y es ese “mal olor” el que hace que con quienes hablé no puedan superar su dolor de haber terminado una relación, aunque haya pasado mucho tiempo. Recuerdo una muy querida amiga que descubrió 6 años después de haberse divorciado que no había logrado superar esa ruptura y que, según ella, esa situación explicaba sus múltiples fracasos emocionales durante esos años.


¡Ja! ¿Y qué decir de los que llevan varias mochilas con varios muertos? 

No todos tienen la misma capacidad de resiliencia, perdón y anulación del ego. Pues en definitiva es el propio ego el que se encarga de abrir constante o eventualmente esa mochila con el muerto. Es el ego que no puede superar el hecho de no ser más amado por el o la ex, el mismo que no supera que el otro pueda ser feliz sin que uno sea el causante; es el mismo que se esfuerza por no liberar el cuerpo y el fantasma de quien se amó. Y puedo asegurar que, en la mayoría de los casos, ya ni siquiera se ama al ex (como el ser humano con cualidades y defectos que es en la actualidad) sino a la idea o ideal de lo que se amó alguna vez.

Pero ahí no termina todo, si la persona que lleva la mochila con el cadáver inicia otra relación, la nueva pareja, tarde o temprano, va a notar el necrótico olor y, peor, va a terminar cargando la mochila del otro. Y allí se fortalece el círculo de sufrimiento de ambos. No es justo poner a otros a cargar mochilas ajenas y lo digo por experiencia porque he caído en la ceguera de no notarlo a tiempo y he terminado cargando mochilas (bien pesadotas) de alguno de mis ex. Aprendí y no lo vuelvo a hacer, es una total pérdida de energía y una ofensa al amor propio.

Enterrar al muerto permite respetar un proceso de duelo y cumple el objetivo de sanar la pérdida. Si lo cargamos a diario con nosotros, no habrá sanación real y tarde o temprano tendremos a nuestra mente anhelando experiencias que ya no necesitamos más o reviviendo momentos y emociones dolorosos que tampoco necesitamos para seguir con nuestras vidas. Siempre van a surgir reclamos mutuos por asuntos del pasado y que no precisamos para nuestras vidas presentes.

De ahí que soltar se hace necesario cuando se termina una relación de pareja. No queremos muertos en descomposición en la mochila. Sólo en muy pocos casos la ruptura se convierte en una relación madura de amistad, pero si estando en pareja con otra persona anhelas con el corazón vivencias de pareja con uno de tus ex con el que afirmas tener una “amistad”: “amigo el ratón del queso”, llevas al muerto pero embalsamado. 

Es por esto que no soy amiga de mis ex, porque soy consciente de que difícilmente sería una amistad honesta. Guardo con afecto los recuerdos de los bellos momentos (sólo en mi memoria porque no conservo fotos ni objetos) y los aprendizajes de los momentos dolorosos. Soy de las que cuando se les muere el amor por alguien no existe magia ni pócima que haga que éste reviva, quizá sea porque mi desamor siempre ha sido fruto de la decepción y ello facilita las cosas para que pueda soltar sin remordimientos.

Me niego a cargar muertos, ni siquiera los que están dispuestos a dejarse embalsamar. Quiero sentirme liviana, ser libre para amar de nuevo y poder hacerlo sin cargas innecesarias. Tengo la esperanza de encontrar mi alma gemela hippie y quiero llegar con la mochila vacía para llenarla con mucho amor (¡¡¡ay!!!! ¡Qué cursi que he terminado esto hoy!).



P.D. Aprovecho para pedirte disculpas, amiga, porque por mi analogía terminaste teniendo pesadillas zombie esa noche, no fue mi intención. ¡Te quiero!

lunes, 11 de mayo de 2015

Los emprendedores en América Latina

Alguien hace poco me sugirió escribir un manual para nuevos emprendedores que se llame “¿Cómo crear un emprendimiento en menos de una semana?”. Así fue el surgimiento de mi nuevo emprendimiento –versión 2015-: llegar a mi país de origen, tener una oportunidad de presentar lo que sé hacer y, entonces, ponerme a correr para darle orden a mi caos de ideas (¡algo innumerable!), tener un nombre, un diseño de marca, un stock de una línea de producto eco-friendly (eso sí que lo tenía claro), conseguir proveedores (con cuyo trabajo yo estuviese de acuerdo y en eso soy un tanto complicadita y selectiva) y una lanzada a las redes sociales… ¡¡¡todo esto en 5 días!!! Y se logró, nació el proyecto, hizo su presentación en sociedad, sigue dando sus pasitos pequeños pero firmes y me llena de satisfacción. Pero lo de la idea del manual la dejo para después, hoy no es mi proyecto sobre lo que quiero tratar aquí sino sobre los emprendedores.


El mundo emprendedor es todo un universo paralelo, somos todos marcianos de una fauna que encuentra su propio apoyo en las ideas de libertad, de superación personal y de hastío hacia el tan mencionado “sistema”.

No hay nada nuevo en eso de emprender, salvo por el uso de las relativamente recientes herramientas tecnológicas y de la comunicación y por la generación de redes de emprendedores que comparten aprendizajes, temores, expectativas y motivaciones de todo tipo.

Pero ¿de dónde viene ese “espíritu emprendedor” que no todos ostentan? De acuerdo con un interesante estudio que publicó el BID en el año 2012, llamado Entrepreneurship in Latin America: A Step up the Social Ladder?*, la iniciativa emprendedora tiene más que ver con valores familiares adquiridos en la vida temprana que con la riqueza precedente de las personas. Esto quiere decir que el espíritu del emprendedor se gesta inicialmente en casa.

Adicionalmente, los investigadores encontraron que, considerando las clases socioeconómicas, los rendimientos del espíritu emprendedor eran sustancialmente más bajos para aquellos individuos cuyos padres pertenecían a la clase media que para el resto; en particular por carecer de la habilidad para asumir riesgos y tomar decisiones de gestión adecuadas.

En el estudio se admite que el espíritu emprendedor potencia la movilidad del ingreso, pero sólo para los relativamente pocos que tienen los antecedentes familiares adecuados, y ciertamente no para la amplia mayoría de quienes provienen de la clase media.

En este orden de ideas, de acuerdo con los autores del mismo estudio, las políticas no deberían estar destinadas a aumentar el número de emprendedores, sino a identificar y eliminar las barreras de ingreso a las actividades emprendedoras. Dado que los emprendedores tienden a ser individuos excepcionales, el desafío consiste en definir los programas públicos teniendo en mente esa restricción, con el fin de no despilfarrar recursos públicos simplemente promoviendo la capacidad emprendedora.

Los resultados del estudio, desde una óptica funcionalmente economicista, parecen desanimar el interés de la clase socioeconómica más amplia en América Latina en términos de una movilidad socioeconómica ascendente. Sin embargo, no se trata de no emprender por no contar con todas las estrategias y herramientas necesarias para hacerlo, sino de fortalecer aquellos aspectos flojos para evitar caer en la desilusión del emprendeurismo y fracasar en el intento, de toda batalla se aprende y hasta los más fuertes pierden alguna. He visto cómo en la constancia e insistencia se observa también la fortaleza de los emprendedores. Además, cabe aclarar que no a todos los mueve el interés de “hacerse ricos” sino el amor por lo que hacen y por darlo a conocer: no todo es dinero, aunque qué lindo poder llegar a vivir de lo que se está convencido y de lo que se ama hacer.

Personalmente, no he desarrollado un estudio sobre el tema aunque muy bien mi profesión me ha habilitado para hacerlo (me lo debo), pero puedo dar cuenta de varias características en común que he encontrado en la gran cantidad de jóvenes emprendedores latinoamericanos con los que he compartido y trabajado durante los últimos años:

- El ya conocido gran amor por lo que hacen
- El convencimiento de que con su trabajo contribuyen a construir un mundo mejor
- El inmenso respeto que sienten por el trabajo de otros que, como ellos, son emprendedores
- Una gran curiosidad y necesidad innata de aprendizaje constante
- La impronta del diseño como un elemento superador en la creación de nuevos productos
- Paradójicamente, el rescate de modos de producción más artesanal
- Por supuesto, una participación constante en las redes sociales para lograr un mayor alcance y el involucramiento en redes de emprendedores
- Profesiones de todo tipo, incluso muchas que no tienen nada que ver con la producción ni con el marketing ni con las ventas.
- Alternan en muchos casos el trabajo de su emprendimiento con algún otro trabajo para lograr un sustento económico suficiente
- Para muchos su hogar hace las veces de taller, oficina, showroom, sala de reuniones, etc.
- La mayoría coincide en que se trabaja más que en un trabajo con horario laboral establecido
- La satisfacción personal de tener un proyecto propio supera el hecho de tener más horas de trabajo, aunque no siempre supera la remuneración que se obtiene en los trabajos de empleo “formal” tradicional
- Ganen o pierdan, “nadie les quita lo bailao” y lo aprendido
- Emprender no es para todos, se requieren: grandes dosis de paciencia, constancia, creatividad, capacidades para asumir riesgos, adaptabilidad a las exigencias y cambios del contexto, tiempo, habilidades comunicativas, muchos buenos amigos y redes sociales así como una familia comprensiva, algunas nociones básicas de gestión, entre otros.

Por varias razones personales en estos días me encuentro trabajando en asuntos relacionados con las actuales certificaciones ambientales. Éstas son herramientas que pueden ofrecer un sustento o justificación reconocida a la labor de emprendedores que, como yo, se encuentran en el tema de la sustentabilidad y la producción eco y orgánica. Próximamente, publicaré un post al respecto no sólo a modo de información sino también de motivación para buscar apoyo en este tipo de herramientas que ofrecen un voto de confianza a potenciales interesados en nuestra manera de trabajar, un plus ¿verdad?. ¡Hasta pronto!


* http://blogs.iadb.org/Ideasquecuentan/2015/02/24/los-claroscuros-de-ser-emprendedor-en-america-latina/