sábado, 12 de septiembre de 2015

A brillar, mi amor

Apenas a unas horas de cumplir “la edad de Cristo” confieso que siento una dicha infinita, no a causa de algún tipo de espíritu de celebración por mi cumpleaños sino porque recibo esta fecha rodeada de gente hermosa que adoro y de montones de bendiciones que me han permitido ir vislumbrando los profundos sentidos y respuestas por los que había venido preguntando al Universo durante los últimos, creo, dos años. De hecho, gracias a estas respuestas de la vida me siento aún más joven, vital y llena de fortaleza que antes… y es algo que los demás también notan. Al respecto, me han sucedido varias situaciones bellísimas y emocionantes con personas desconocidas en la calle. Supongo que algo especial está sucediéndome y por esto estoy agradecida con la vida.

He aprendido que cada vez tengo menos cosas por qué quejarme y sí más aún por qué agradecer. Cada vez que he necesitado una mano amiga han aparecido varias acompañadas de grandes voluntades, cariño y sonrisas. Y pensar que hace un año lloraba por las experiencias difíciles que se me presentaban, por la mala actitud de seres a los que amaba y por no entender por qué me sucedían tantas cosas tan adversas. Hoy entiendo que eran lecciones y distancias necesarias para mi propio aprendizaje, para ver la vida de una forma más simple y feliz y para atraer seres maravillosos que también están en una sintonía similar.

Hoy hago lo que quiero y lo que siempre soñé, estoy cerca de los que más amo, me siento libre, espontánea, brillante y graciosa. Siento que sigo dando mi amor a lo que hago y que con ello siembro poco a poco semillas para un mundo mejor. Y puede sonar idealista y pretencioso pero cuando uno ha sabido elegir su camino éste se despeja por sí solo y da la seguridad de que todo puede ser aún mejor. Todo esto suena tan confuso como el Zen que sólo puede comprenderse si se vive, y tengo la convicción de que lo que apasiona es lo que vale y por este valor hay que lanzarse sin tregua y creer en los impulsos más vívidos del corazón. Somos luz, dejemos que brille con toda su fuerza… como aquella canción: “¡a brillar, mi amor!...”.

Ahora a celebrar los años que pasan, lo que ganamos y lo que dejamos en el camino, nada se pierde. Quién hubiese creído que llegaría a esta edad cuando uno de mis “objetivos” adolescentes era vivir sólo hasta los 30. Ahora me da mucha risa mi propia ingenuidad. No puedo parar de celebrar el hecho de estar viva, realmente viva, pues hay por ahí tantos “caballos que se mueren potros sin galopar”, tener el privilegio de vivir es la mejor oportunidad de construir la propia felicidad y de darse a otros para que también lo logren.

¡Muy feliz nueva vuelta al padre Sol! 

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