... febrero de 2015
La tarea de hacer y deshacer el equipaje se ha vuelto para mí casi una costumbre. Sí, empacar maletas, distribuir su contenido y volver a hacerlas durante los últimos años se convirtió en un hábito. Y en el medio, la labor de desprenderme de tanto: cosas, personas y afectos, lugares, costumbres, con el fin de quedarme sólo con lo inmediatamente necesario y de hacer más livianos mis futuros trayectos: toda una especie de apología a las teorías del desapego.
Desde niña siempre me vi como uno de esos nómadas de las fotos de mis libros de historia del colegio. Alguien alguna vez me dijo que es un factor que puede tener que ver con un asunto genético-evolucionista: un porcentaje de la población que viene condicionado por la evolución y un par de sus genes para buscar nuevos horizontes lejanos, con el objeto de brindar nuevos conocimientos y recursos a su comunidad de origen. ¡Vaya uno a saber! La cuestión es que me he asumido como alguien que va de estación en estación sin ataduras y la existencia me ha sorprendido con la realidad de que esas, tal vez, insensatas ideas infantiles se han convertido en mi guía y bitácora de viaje. Lo mejor, es que este estilo de vida no me ha dejado arrepentimiento alguno, todo lo contrario.
Maker de Eugenia Loli |
He transitado varios caminos y, sin embargo, mantengo intacta en mi alma la necesidad de continuar. Estas experiencias me han ofrecido la oportunidad de sentirme un ser humano más completo, más sensible, empático y, definitivamente, más feliz.
He tenido la fortuna de encontrar y compartir con bellos corazones a lo largo de mi trayecto. He degustado tantos sabores, diferencias, músicas y vuelos. No faltaron los tropiezos y los muros que querían atarme o frenar mi paso, pero de la mano de mi familia y amigos pude superarlos a tiempo y con firmeza.
En un momento de mi recorrido, logré ver la vida transformarse en un hermoso poema, en una obra de arte sublime y eterna... con todo lo que los instantes eternos pueden llegar a significar e impactar.
Hoy me encuentro empacando de nuevo, dejando un poco de todo siempre aquí y allá, para dar espacio suficiente a lo nuevo que está por venir y conservando conmigo los más bellos y significativos regalos de cada estación en la que he vivido.
Con el paso de los años, cada vez atraje más seres afines a mi naturaleza, sin buscarlos. Y he llegado a sentir que, por lo mismo, cada vez me va costando un poco más alejarme de ellos y decir “adiós” o “hasta pronto”. Cuento en mis recuerdos con tantas despedidas como sillas de avión.
Mi alma salvaje arranca el vuelo cada día más llena y más satisfecha porque sé que por doquier iré encontrando seres preciosos que vale la alegría conocer y conservar a pesar de las distancias geográficas y las bifurcaciones de caminos. Los llevo a todos en la llama más profunda y amorosa de mi corazón mientras continúo mi marcha por este camino interminable del que aún no alcanzo a ver una clara estación de destino.
Mi alma salvaje arranca el vuelo cada día más llena y más satisfecha porque sé que por doquier iré encontrando seres preciosos que vale la alegría conocer y conservar a pesar de las distancias geográficas y las bifurcaciones de caminos. Los llevo a todos en la llama más profunda y amorosa de mi corazón mientras continúo mi marcha por este camino interminable del que aún no alcanzo a ver una clara estación de destino.
P.D.: La canción que necesariamente acompaña este texto: Le Long De La Route
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