Apenas a unas horas de cumplir “la edad de Cristo” confieso
que siento una dicha infinita, no a causa de algún tipo de espíritu de
celebración por mi cumpleaños sino porque recibo esta fecha rodeada de gente
hermosa que adoro y de montones de bendiciones que me han permitido ir
vislumbrando los profundos sentidos y respuestas por los que había venido
preguntando al Universo durante los últimos, creo, dos años. De hecho, gracias
a estas respuestas de la vida me siento aún más joven, vital y llena de
fortaleza que antes… y es algo que los demás también notan. Al respecto, me han
sucedido varias situaciones bellísimas y emocionantes con personas desconocidas
en la calle. Supongo que algo especial está sucediéndome y por esto estoy
agradecida con la vida.
He aprendido que cada vez tengo menos cosas por qué quejarme
y sí más aún por qué agradecer. Cada vez que he necesitado una mano amiga han
aparecido varias acompañadas de grandes voluntades, cariño y sonrisas. Y pensar
que hace un año lloraba por las experiencias difíciles que se me presentaban,
por la mala actitud de seres a los que amaba y por no entender por qué me
sucedían tantas cosas tan adversas. Hoy entiendo que eran lecciones y
distancias necesarias para mi propio aprendizaje, para ver la vida de una forma
más simple y feliz y para atraer seres maravillosos que también están en una
sintonía similar.
Hoy hago lo que quiero y lo que siempre soñé, estoy cerca de
los que más amo, me siento libre, espontánea, brillante y graciosa. Siento que
sigo dando mi amor a lo que hago y que con ello siembro poco a poco semillas
para un mundo mejor. Y puede sonar idealista y pretencioso pero cuando uno ha
sabido elegir su camino éste se despeja por sí solo y da la seguridad de que
todo puede ser aún mejor. Todo esto suena tan confuso como el Zen que sólo
puede comprenderse si se vive, y tengo la convicción de que lo que apasiona es
lo que vale y por este valor hay que lanzarse sin tregua y creer en los
impulsos más vívidos del corazón. Somos luz, dejemos que brille con toda su
fuerza… como aquella canción: “¡a brillar, mi amor!...”.
Ahora a celebrar los años que pasan, lo que ganamos y lo que
dejamos en el camino, nada se pierde. Quién hubiese creído que llegaría a esta
edad cuando uno de mis “objetivos” adolescentes era vivir sólo hasta los 30.
Ahora me da mucha risa mi propia ingenuidad. No puedo parar de celebrar el hecho
de estar viva, realmente viva, pues hay por ahí tantos “caballos que se mueren
potros sin galopar”, tener el privilegio de vivir es la mejor oportunidad de
construir la propia felicidad y de darse a otros para que también lo logren.
¡Muy feliz nueva vuelta al padre Sol!
Te adoro amiga hermosa! Mil felicidades! Te quiero muchote
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