martes, 25 de junio de 2013

Mal de época


Recuerdo de un poco de resentimiento mileurista, indignado, de generación precaria... hace rato que estoy más tranquila, logré subirme por fin al carrusel y no la he pasado mal. 



... Julio 25 de 2009


Acabo de ver unas fotos de brillantes amigos colombianos, con sus trajecitos oscuros y formales, con sus sonrisas, también formales… con los corazones llenos de esperanzas y sueños que ellos se han creído que son los suyos. 
Todos babeamos diciendo que nos vamos para tal país o para tal otro a ganarnos, a punta de trasnocho y esfuerzo, no sé qué título. No nos basta con ser profesionales, queremos escalar en una estructura académica creada por algunos amantes de la distribución del conocimiento, pero también por unos apasionados de la acumulación de recursos financieros. A ver, no es novedad, todos lo sabemos (o ¿no?): la educación y su extensión no es más que un mecanismo de mantenernos más tiempo sin buscar integrarnos al mercado, a ese mercado de trabajo tan cruel. El sistema educativo no temina siendo más que un negocio de tantos, basta mirar el costoso acceso y sostenimiento que implica en mi país. 
Cuando viajamos, el fin en sí mismo está en lo que decimos es el medio. ¿Medio para qué? No está claro, menos en este mundo de creciente incertidumbre para la gente como nosotros.
Sabemos de historias de gente mayor que nosotros que, sin haber pisado una Universidad, lograron escalar laboralmente, al punto que conocieron algo como una movilidad social ascendente. Para nosotros, para la gran mayoría de nosotros, ese en un concepto más bien utópico. La lucha se convierte en una constante con el fin de mantenernos, de no caer… de conservar mucho de aquello con lo que nacimos. Muchos, ya adultos, podemos decir que contamos con la mitad de eso.
La pregunta podría ser: ¿realmente queremos esforzarnos tanto? ¿A qué, a quién o a quiénes estamos dándole gusto con nuestras acciones? Tal vez a nuestras familias, a nuestro ego, a nuestras inseguridades, a un sistema intangible… quiero creer que a nuestros deseos.
Más para el sarcasmo diario: recibo en mi cuenta de correo un mensaje con ofertas laborales para profesionales. Como suele ser usual, no hay nada para mí. El escarpado camino del humanista, ¿por qué siempre he tomado los caminos difíciles? Creo que no me gustaría ser otra cosa.

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