lunes, 17 de febrero de 2014

A las mujeres "se nos volteó la arepa": algunos impactos negativos no esperados del feminismo hoy

... febrero de 2014

Hay una parte importante del feminismo y del logro de una mayor participación de las mujeres en la sociedad que nos ha venido desencantando. Como diríamos en mi país, “se nos volteó la arepa”. La igualdad y equilibrio en las relaciones de género presentes en las parejas de estos tiempos son el factor común. Se entiende esta situación como una evolución en las relaciones y un triunfo del poder femenino en la construcción de modelos de familia. En el formato heterosexual, los hombres hoy en día, en general, se hacen cargo de los quehaceres domésticos, del cuidado de los hijos y del suministro de recursos al hogar tanto como las mujeres. Cuando hay desigualdades, suele haber negociaciones en la pareja para lograr el equilibrio en otras instancias, generando así un relacionamiento más igualitario y que reduce las posibilidades de generar relaciones de poder marcadas en las que hay un dominador y un sumiso.

No obstante, hay algunas consecuencias o impactos no esperados de la evolución del feminismo que no son motivo de celebración, en especial para las mujeres de la generación inmediata a la de sus protagonistas (y yo hago parte de este grupo). El análisis de estos efectos destaca que hay asuntos que merecen ser revisados y que nuestros avances en la sociedad son susceptibles de ser cuestionados y, por supuesto, de ser mejorados. No escribo esto con miras a atacar a un movimiento al que le costó y le siguen costando innumerables luchas por el logro de derechos y al que tanto avance le debemos. Sólo quiero exponer que hay aspectos que no son positivos para las artífices ni para las herederas del mismo y que abren interrogantes sobre nuestros roles y participación en la sociedad y sobre las maneras de relacionarnos con los hombres.

Como no pretendo hacer una “artículo especializado” sobre el tema, ya bastantes hice en mi vida de estudiante de pregrado y en mi maestría, sintetizo en un breve listado los aspectos en los que se nos “ha volteado la arepa” (sin menciones de doble sentido, claro está) y a continuación describo un poco cada uno:
  • Incremento en el número de “obligaciones” y responsabilidades asumidas
  • Conductas abusivas de parte de algunas mujeres sobre los derechos de los hombres y sobre los derechos de sus hijos  
  • A pesar del logro de igualdad de condiciones en muchas parejas, esto ha apadrinado también un asunto preocupante: la pérdida de satisfacción y frecuencia sexual de sus integrantes
En su afán de independencia y de libertad, muchas mujeres se han echado a los hombros más responsabilidades de las que pueden asumir. No me refiero a que sean incapaces de cumplirlas, pero sí es muy difícil que puedan asumirlas plenamente y esperar los mejores resultados, atentando a veces contra su propia salud y bienestar. Ahora no sólo forman parte del mercado de trabajo, de esa masa de la vida pública (pues antes su escenario de acción se restringía al ámbito privado), además llegan a casa cansadas después de un largo día a hacerse cargo de las labores de cuidado de los hijos y, en otros tantos casos, del cónyuge. Todo esto porque no se calculó que hay sociedades en las que el machismo aún tiene fuertes raíces y sacarse el discursito de la-mujer-en-el-hogar no es algo que se logra siempre con mucho éxito, con excepción de algunas sociedades más desarrolladas (e incluso éstas tienen también sus excepciones).

Al final de la jornada, tenemos entonces mujeres profesionales, inteligentes, socialmente exitosas y admirables, hermosas pero tan cansadas. Son madres, esposas, comandantes y operarias de la “economía del cuidado”*, trabajadoras “incansables” y todo el listado de roles que estas funciones implican. Y es allí donde a muchas les surge el interrogante acerca de cuándo tendrán por fin tiempo para ellas, para sentirse realmente libres y haciendo lo que más les gusta y anhelan; llegan los 30s y los 40s con un debacle de cuestionamientos y arrepentimientos en los que las promesas de felicidad de las “profesionales realizadas” resultan ser efímeras y hasta falaces, la rebelión interna desencadena hastío, divorcios, peleas y malentendidos y, en el medio, niños que deben adaptarse a la idea contradictoria de pertenecer a dos hogares en pugna a la semana. Y esto ya me lleva al segundo factor mencionado.

He visto, cada vez de forma más reiterativa, que muchas mujeres han transformado sus propias inseguridades y revanchas internas (como creer que deben sacar el máximo provecho de los hombres, aclaro que no es romántico ni sexual, sino económico; clara, contundente y explícitamente económico) en una lucha por minimizar los derechos de quien ha sido su pareja, en particular de quien ha puesto la semilla para que éstas se reproduzcan. Y debo confesar que, al tener varios amigos y allegados padeciendo este tipo de situaciones, me solidarizo con ellos pues estas chicas literalmente se han ido al carajo. Son una vergüenza para nuestras predecesoras las feministas luchadoras y, en general, para el género. Curiosamente, éstas son las primeras en declararse feministas e independientes y toda esta farsa se les acaba cuando logran su verdadero objetivo: atrapar a un hombre con buen bolsillo bajo la excusa de la maternidad. A ver, convengamos que los preservativos no son costosos y que la pastillita está más que generalizada. Los hombres no “caen” ingenuamente pero no se dan cuenta de que tienen todas las de perder, pues la ley en varios países (especialmente en aquellos de los que puedo dar cuenta) favorece a las “sufridas” madres de familia, quienes gustan de cuotas familiares irrisorias, prohibición de visitas y son todo menos ingenuas.

El resultado, padres que no pueden ver a sus hijos pero que de todos modos deben pagar manutenciones con cifras infladas por las madres de los chicos, juicios, travesías legales interminables y mientras tanto los niños crecen escuchando a sus madres hablarles mal de sus padres. Si esto no es un abuso de los beneficios y libertades de la mujer, no sé cómo pueda llamársele. Si hablamos de igualdad de derechos, estos escenarios tan comunes deberían contemplarse como parte de la lucha, en favor de ellos y de ellas. ¡Basta de sesgos injustos y absurdos!.

Como parte de las consecuencias, veo a mis amigas enfadadas porque sus novios huyen al compromiso, ellas no imaginan cómo es posible que los hombres teman tanto al asunto del felices-por-siempre. La verdad es que, sin tomar parte en el asunto, entiendo sus razones, las de ellos. Aquellos que se informan, no se dejan llevar por la calentura pasajera y son un poco más precavidos saben de las consecuencias nefastas que a veces formalizar una unión puede traerles, pues han tomado conciencia de que ante un evento de conflicto las mujeres pueden hacer uso de temibles y destructivas armas legales. Es por esto que ellos prefieren esperar y esperar, no porque no deseen unirse a una pareja y formar una familia sino porque quieren asegurarse de que su elección es la adecuada. Para ellos no queda más que confiar en el amigo tiempo y estar atentos a las señales.

Y ahora el factor final. Aunque parezca increíble, no todo es perfecto para las “parejas perfectas”. Se ha demostrado, de acuerdo con varios estudios**, que las parejas en las que los quehaceres del hogar y los roles se comparten por partes iguales y éstas son empáticas y asertivas en las negociaciones y decisiones del hogar, tienen un problemita: poco, muy poco sexo. Si bien este tipo de parejas tienen mucho menos riesgo de terminarse que aquellas en las que los roles son desiguales, al parecer, para las personas insertas en estas relaciones envidiables, la percepción de estar en un mismo nivel con sus parejas desvanece la diferenciación femenino-masculino (claro-oscuro, yin-yang, opuestos que se complementan) y, por tanto, hace que pierdan ambos su deseo sexual. Se encontró además que esto no sólo ocurre en parejas heterosexuales, es un fenómeno que ocurre a todas aquellas con igualación de roles.

Un ejemplo concreto ocurre cuando en parejas heterosexuales los hombres que defienden los derechos de las mujeres son tan cuidadosos con sus esposas o novias. Algunas mujeres expresan tener fantasías sexuales pero éstos por temor a causarles daño o ser agresivos prefieren no incentivarlas. De acuerdo con uno de estos estudios, las mujeres expresan el deseo por hombres rudos en la cama, única y exclusivamente en ese ámbito de la vida de pareja. Aman los hombres inteligentes, que las cuidan y con los que es posible negociar, tiernos y amorosos, pero desean que por momentos se conviertan en salvajes a la hora de la intimidad. Una conclusión importante al respecto es que “los valores que impulsan las buenas relaciones sociales no son necesariamente los mismos que despiertan la libido. La mayoría de nosotros nos calentamos en la noche con las mismas cosas hacia las que nos declararemos en contra durante el día”***. Bueno, esto es ciertamente cuestionable pero es seguro que tiene sus matices, la sexualidad es una esfera bastante compleja.

Todas estas cuestiones requieren ser pensadas y, por qué no, autoanalizadas en el caso particular de cada una de nosotras las mujeres: ¿qué tanto hacemos valer nuestros derechos? pero también ¿qué tanto aportamos a nuestro entorno y a la sociedad en general a través de la validación de estos derechos? son temas que requieren ser replanteados cada vez que hacemos uso de las libertadas adquiridas. No debemos olvidar que los roles asociados (trabajadoras, madres, economistas del cuidado, fundamento y amalgama del entorno familiar, etc.) a nuestro lugar-en-la-sociedad son fundamentales para el bienestar social, son resultado de la evolución de años y años de posicionamiento de las mujeres en las esferas privada y pública. Hay un logro evidente de derechos, queda pendiente la tarea de revisar cómo generar equilibrio en los terrenos conquistados para bien de ambos géneros, sin abusos y sin pugnas de poder.


* Economía del cuidado: definida como los bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes para la existencia y reproducción de las personas, en las sociedades en que viven. Se trata de "aquellos elementos que cuidan o “nutren” a las personas, en el sentido que les otorgan los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para sobrevivir en sociedad (Unifem,2000). Así, el cuidado refiere a los bienes y actividades que permiten a las personas alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio. Abarca por tanto al cuidado material que implica un trabajo, al cuidado económico que implica un costo y al cuidado psicológico que implica un vínculo afectivo (Batthyany, 2004)". Rodríguez Enríquez, Corina. Economía del Cuidado y Política Económica: Una aproximación a sus Interrelaciones. CEPAL, 2005.
** “Egalitarianism, Housework, and Sexual Frequency in Marriage” http://www.asanet.org/journals/ASR/Feb13ASRFeature.pdf

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