domingo, 23 de marzo de 2014

La Señora Patricia

... marzo de 2014
No, no estoy por hablar de “esa señora Patricia” que quizá algunos compatriotas hayan llegado a pensar. No es de aquélla que en su “anonimato” se hizo famosa por reflejar la desesperación de los usuarios desatada por los call-centers de grandes empresas que dan vueltas y rara vez resuelven alguna queja. Para quienes no saben de qué señora hablo, pueden escucharla en: https://www.youtube.com/watch?v=zBEfMqUQ6Pg

Esta vez sólo tengo ganas de hablar de una “Señora Patricia” que hoy cumple años y que me resulta muy interesante y enigmática. Uno de los enigmas, por cierto, es su edad. Desde que mi capacidad de conteo racional me lo ha permitido, ella me ha asegurado tener 80 años. Aún hoy en día me confiesa ser octogenaria, ¿pero cómo alguien se queda estacionado en una misma edad y aparenta tener la mitad? Para todos sigue siendo un misterio, en especial porque después de cierto número las mujeres tienden a quitarse los años y a esconder su documento, ella en cambio, claramente, se ha empeñado en doblarse y triplicarse la edad por una razón que nadie comprende.

Así es la Señora Patricia, historiadora y relatora de las grandes historias del mundo, pero también de las chicas. Hace ya varios de sus ¿ochenta? años conquistó a un capitán. El corazón de aquél hombre fuerte se doblegó ante los encantos de la joven Señora Patricia. Desde que la conoció, ese socialmente poderoso y hermético hombre decidió continuar su vida a su lado; así lo hizo hasta el final de sus días. La Señora Patricia, con la fortaleza que siempre tuvo, continuó su vida cultivando sus semillas, un par de espíritus libres a los que por su propia voluntad ella decidió sembrar y custodiar, dedicando su tiempo, conocimientos y amor. 

De modales y lenguaje delicados, siempre oportunos y necesarios para invadir de calma los lugares y a las personas que así lo requerían, no juzgó la forma ni la manera de crecer de sus semillas, no alteró sus raíces, las acompañó a seguir los arduos caminos que su naturaleza les demandaba, sin imponer cánones de lo que debía o no debía ser. Sus esfuerzos por ver sus semillas florecer fueron interminables. Orgullosa se sentía de ver a cada una crecer con el color y aroma que ellas mismas, por un impulso impredecible de la naturaleza, iban eligiendo.

Supo entender que sus semillas requerían crecer en otras tierras, esto implicaba que fuesen llevadas a bosques lejos de ella. Hay semillas que son así, que adaptan mejor sus raíces en suelos distantes y que crecen mejor si reciben el sol en otra latitud. La Señora Patricia no se resistió, sabiendo que extrañaría ver a sus semillas-flores, no deseaba albergar en ella la idea de retenerlas de alguna forma, es así como una madre expresa su grandeza y amor. Finalmente, tal y como ella lo sostenía, si bien había dado toda su dedicación y recursos a sus semillas, éstas no le pertenecían, pues se pertenecían sólo así mismas.

La Señora Patricia no se daba cuenta de algo que los demás sí: ella misma se había transformado con los años en una flor hermosa, llena de brillo y exquisito aroma. Siempre tuvo tan poco tiempo al estar pendiente de los caminos de sus semillas, este año su cumpleaños la encuentra por fin con la calma y el tiempo necesarios para notarlo, para notarse, para no parar de brillar. Un nuevo ciclo de su vida ha iniciado, es hora de plantar las semillas de sus sueños y de propagar las de la sabiduría que le han otorgado su experiencia y su profunda manera de haber caminado la vida. Su alma vuelve a sentirse joven, es la flor en pleno fulgor.

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