A una colorida casita del tradicional barrio de Palermo llegaste, mi preciosa hija, como un destello de sol una mañana de marzo. Mientras tanto, ríos internos brotaban por las ventanas de aquel lugar: los elementos de la naturaleza se reunieron en un mismo tiempo y espacio para darte la bienvenida. Todo un caos inenarrable de fuerzas poderosas que anunciaban la paz que vendría contigo.
Entre instinto, fuerza y sudor, mágicamente te abriste paso a la vida. Sin dar espera, con tus danzarinas manos suavecitas abriste el gran telón, revelando rostros y verdades y cambiando aquellos planes de los que nos creíamos tan convencidos.
Tu arribo fue un evento más que particular, místico, sin precedentes. Por razones que espero algún día terminar de comprender, me fui lejos y debí atravesar valles oscuros para volver a ti. Una lucha entre luz y sombra se desplegó, conectándonos con otras realidades. Seres protectores debieron hacer lo suyo para traerme de vuelta. Tú, apenas recién llegada, sacudías inocente el viento y el fuego de ese día inolvidable que dejó atónito a tu padre y sin palabras a las mujeres guías que nos acompañaban. ¿Qué más sorpresas traes, asombroso ser de luz?
Crece nuestro amor cuando observamos cada uno de los ensayos de la hermosa sonrisa que llevarás. Eres infinitamente bella, dulce y apacible. La tierra se ha sacudido con tu llegada y nuestras vidas ya no son las mismas, hay más brillo y esperanzas, llegaste para transformarlo todo. Como tu nombre, eres verdad, fe y luz.
Gracias por siempre.
Te venero, hija mía.
Que bellas palabras hermanita! Me hviste llorar de emoción y y ahora con mas vera, quiero ver a mi hermosa sobrima. Las amo!
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