miércoles, 1 de mayo de 2013

Extraño sueño


...marzo, 2013
Hoy es el cumpleaños de mi madre, la noche no pasó desapercibida gracias a un largo y extraño sueño que tuve mientras dormía. En la oscuridad de una madrugada que sigue las notas en la persiana de una noche lluviosa, he despertado de repente intrigada y sostenida por un hilo de acontecimientos extraños sucedidos mientras dormía. Sí, fue un sueño. Y si bien no logro conectarlo con vivencia, idea o pensamiento alguno de esos que en algún lugar del subconsciente, por razones usualmente irracionales, quedan revoloteando en nuestra mente, puedo decir que me ha dejado fascinada; en especial por encontrar emociones exaltadoras en lugares que desconozco y que eran los escenarios del sueño y en personas extrañas e interesantes, a su manera, que jamás he visto.
Voy con un grupo de personas de edades diversas, hay niños y personas mayores, hombres y mujeres que parecen de diferentes procedencias por su aspecto múltiple. Estamos por un camino que nos lleva hacia una gran montaña, pero nuestro plan no es llegar a la cima, pretendemos llegar al medio de su gran y verde estructura, lugar en el que se encuentran las habitaciones en las que pasaremos la noche. Éstas están en su interior. Siento curiosidad y un poco de ansiedad por llegar y ver cómo pueden ser las habitaciones insertas en aquél lugar, no me imagino su arquitectura y deseo que el camino se haga corto para poder apreciarlas. Sin embargo, no dejo de disfrutar el paisaje, es hermoso. Es una zona montañosa llena de mucho verdor y deshabitada. No hay casas ni caminos además del que pisamos, ni nada que señale el paso de personas por el territorio. Está por llover y por anochecer y debemos acelerar un poco la marcha para alcanzar sin mojarnos la “boca” de la montaña. Ella abrigará nuestro descanso cómo sólo una madre protectora sabe hacerlo. La idea me llena de satisfacción y emoción y no me incomoda que mis compañeros de caminata, en ella mis “hermanos”, no me sean familiares. Lo más hermoso es que todo allí, incluidos los desconocidos, me despierta interés y curiosidad. Siento una linda confianza, sé que son personas amigables y buenas.
Por fin llegamos. Sólo unas pocas gotas han tocado nuestra ropa, por fortuna, sin haber enlagunado nuestros planes. Allí adentro al estar todos reunidos y no en caminata nos vemos más numerosos. La comunidad resulta caótica por unos instantes, en especial por los chiquillos que corren jugando hacia cualquier parte. Yo estoy atenta a ver dónde dormiremos y no deja de sorprenderme el hecho de saber dónde estoy y el que a alguien se le haya ocurrido algún día hacer una estructura así en un espacio como ese. Qué ocurrencias que tienen algunos.
El lugar es cálido, agradable y muy confortable. Sin lujos, rústico y con una evidente pretensión de no hacernos olvidar que estamos en contacto con la tierra, con su calidez, cierta humedad y cierto olor a plantas. Yo me sentía agradecida por esas delicadas sensaciones, pues era consciente de que en mis escenarios cotidianos hay poco acercamiento a la naturaleza y es algo que me resulta de una emotividad e inspiración infinitas.
La noche del descanso dio un salto al día posterior. Resultó que fue un día de descubrimientos: la naturaleza da vida y alberga también a sus demonios. Son ellos seres que están por ahí con la misión de desviar nuestra calma. La tranquilidad lleva a las personas a la pasividad, por comodidad se olvidan de cultivar un poco más. Ellos aparecen para recordarles que hay ideas por movilizar, dificultades por sobrepasar y acciones por realizar. Nos interesamos con mis nuevos amigos en buscar a esos demonios, ocultos en la plaza de un pequeño pueblo, en las habitaciones de la montaña, en cualquier lugar al que vamos.
En la plaza, me asomo por una pequeña barda que se encuentra al lado de una escalera de piedra. Allí veo una niña que al parecer tiene varios rostros en su cabeza, en total conté tres de estos. Lo noto porque está jugando con alguien a girar su cabeza para alternar sus respuestas de acuerdo con cada cara. Verla me aterra, me parece un ser horrible. Se lo comento a una chica de mi grupo y le cuento mi hallazgo. Ella desvía su mirada y cuando doy vuelta a mi cabeza para averiguar qué es lo que ha atraído su atención, descubro que la pequeña está justo detrás de mí, con su rostro o rostros a la atura de mi cuello. No llego a saber cómo subió a la barda tan pronto, ni cómo se sostiene sin caer. No creo que haya escuchado lo que dije, pero me cuesta mucho esfuerzo mirarla tan de cerca sin mostrarle con mis gestos la repulsión y temor que me inspira “su rostro”. Descubro de cerca que en realidad tiene dos rostros, divididos por un par de orejas dobles, muy extrañas. Ella me mira fijamente, yo la saludo y ella me corresponde. No puede evitar mostrar su curiosidad de niña al ver a dos chicas jóvenes y provenientes de otros lugares, no hay maldad en el rostro que nos muestra, pero es difícil sentir comodidad con su presencia. Nos despedimos y ella se queda con su curiosidad frustrada, se nota en su expresión, cuánto rechazo ha de haber recibido en su corta vida y cuánto más que no ha vivido aún.
Un miembro del grupo, un señor cincuentón de barba grande nos propone buscar a los demonios, al parecer, con el tiempo, han aparecido en la naturaleza más de los que deberían estar, esto es más de los necesarios. En un principio, cuando vi a la pequeña, pensé que era uno de ellos, pero me di cuenta que me dejé llevar por su aterradora apariencia y habilidad para trepar. El hombre nos aclara que los demonios pueden estar bajo cualquier forma y en cualquier lugar. Pueden incluso llegar a engañarnos con su belleza.
Poco a poco, mis compañeros van encontrando demonios en los lugares más insospechados. Incluso en la boca de la montaña que nos había albergado. Yo no encuentro alguno y, a cambio, he hecho amistad con varios de mis “hermanos” del grupo. El hombre de barba sabe qué hacer con los hallazgos y todos estamos presentes cuando alguien encuentra uno. Si había algo más aterrador que la niña en la plaza era descubrir el aspecto real de los demonios. Eran seres desagradables en esencia y lo podíamos comprobar cuando el hombre descubría ante todos nosotros su verdadera naturaleza. Cada hallazgo era un triunfo para el grupo y un motivador de bienestar por el trabajo cumplido.
Desperté, sí, mi sueño terminó. No fui buena en la búsqueda. No obstante disfruté el gusto de haber compartido con tan maravilloso grupo, sería lindo conocer a alguna de esas buenas personas de quienes ya ni recuerdo sus rostros.

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