domingo, 5 de mayo de 2013

Las mujeres solas


... 2010

Las mujeres que “son solas”, más conocidas en otras épocas como “solteronas”, han sabido encontrar la credencial de alivio de la época frente a ese estigma. El mecanismo no es más que un acto heroico que les otorga el prestigio social que de otra forma no tendrían, y que, dicho sea de paso, llena el posible vacío afectivo de un estado de soledad elegido o no. Es así que la maternidad aparece como un medio para adquirir la seguridad y el orden emocional que no fue posible lograr bajo la preconcepción de pareja o de familia tradicional.
Llama la atención ver el cierto estatus que tienen hoy en día las madres solteras, o “madres solas” como algunas se hacen llamar. Hacen valer sus derechos de madres y su fuerza como género en un imaginario donde sostienen la no necesidad de una pareja; en síntesis, la no necesidad de dependencia económica ni emocional de un hombre. Esta situación forma parte del actual empoderamiento de género logrado, paradójicamente, a través de una práctica que años atrás era nefasta para el prestigio de una mujer.
Pero las paradojas no terminan allí. Estas mujeres de la postmodernidad venden la idea de independencia total, ellas aseguran poder hacer todo solas. En realidad, no veo otra cosa más que una fragmentación de la dependencia. Los cuidados de los hijos que antes eran responsabilidad principal de la pareja, pasan a convertirse casi en una obligación más de los abuelos. Además, a estas nuevas madres la necesidad las lleva a morder el anzuelo de la ampliada oferta de servicios de cuidados para niños, así como a recurrir a las amistades que cuentan con un poco más de tiempo libre.
En la mayoría de los casos, las nuevas madres ni siquiera dejan de depender de los padres biológicos de sus hijos. Bien sea por bienes materiales o por complementos de enseñanza y afecto indispensables durante la crianza. Se tejen espacios compatibilizados a la fuerza de conflicto, afectividad, abuelos y multi-dependencias. En últimas, son madres “solas” (entre comillas, porque por lo general sus hijos conocen a varias de sus parejas emocionales, teniendo que adaptarse a escenarios antes poco ocurrentes donde comparten con los novios/novias de sus madres, con las novias/novios de sus padres y con los hijos de ambos y/o de sus nuevas parejas que van apareciendo con el tiempo) que tienen muy poco tiempo para sus hijos, pero que por haber sido madres no pasan a ostentar la molesta reputación de la soltería.
¿Por qué? Evidentemente, la maternidad no es algo que “arregle” el complejo de la soltería. Pero al parecer, hay una asociación entre el hecho de ser madre y el de haber sido algún día aceptada o elegida por un hombre. De esto se deduce que las mujeres representadas como “solteronas” son aquellas que no conviven en pareja después de cierta edad, pero que además, por elección o no, no tienen hijos.  De ahí que la actual credencial para evitar la presión y el desprestigio social, y de paso la soledad, sea asumir la responsabilidad de la maternidad. Aunque un tanto Schopenhaueriana esta idea, percibo que la especie ha encontrado sus propios mecanismos sociales para garantizar la reproducción aún en esta época de vacas flacas y de anticonceptivos.
En resumen, los dos aspectos destacables para estas mujeres son: vivir la experiencia de la maternidad sin la necesidad de convivir en pareja (esto es recomendable para las que así lo desean) y el prestigio. Cada cual emite sus críticas y juicios de acuerdo con lo que le ha tocado vivir, yo por ahora, me limito a observar y a pensar que esa es una situación que puede sucederle a cualquier mujer, la busque o no. Personalmente, no me parece envidiable ni deseable en tanto la maternidad me gustaría compartirla con su complemento de paternidad. La verdad es que soy un ser de naturaleza bastante social y afectiva y no me enorgullecería decirle a todo el mundo que “sí, soy sola”, tal y como hoy en día muchas presumen decir. Quizá para las feministas sea yo una débil dependiente, pero al final, la maternidad implica una cadena de dependencias de una u otra persona o de uno u otro sistema, no entiendo por esto muy bien su abanderada visión de no dependencia.
No puedo cerrar sin antes mencionar que respeto profundamente a aquellas que, sin pareja, por elección no han apelado a la reproducción, pues han batallado frente a críticas familiares y demás afrentas sociales, moralistas e incluso biológicas que en el caso contrario no sería necesario sopesar. Esto es algo que debato en otro texto que vendrá luego.

Nota 2013: ¡ojo! que no hablo en contra de mi género, hay realidades que hay que aceptar y que, no obstante, tienen sus excepciones. Lo escrito es desde la óptica de la generalidad... ahora en el 2013 merece ser complementado y cuento con fuentes cercanas que me han ayudado en esa misión, por lo que "esta historia continuará...".

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