lunes, 20 de mayo de 2013

Bajo el mar de Indonesia

... 2013
Aquí va un cuentico:

En la profundidad del mar, un día cualquiera en las aguas de Indonesia, un cardumen de peces de tonos plata y oro luchaban por obtener el preciado bocado. El regalo venía de las manos de un pasajero de uno de los barcos que pasan día a día con sus grandes motores. Los futuros “peces ornamentales” que habitan estas aguas suelen acompañar el transcurso de los barcos que atraviesan los mares indonesios.

El afortunado en atrapar el ansiado objeto fue el pequeñín de cola oscura y medio rota; un pez algo débil y más bien poco apreciado por el grupo. Sin embargo, su suerte duró poco pues el misterioso objeto que introdujo en su boca sólo logró atorarse impidiéndole cerrarla, dibujando la figura de un círculo perfecto en sus labios. Los demás peces quedaron perplejos ante la extraña escena y a pesar del poco aprecio por el nada carismático pez decidieron ayudarlo a terminar con su incomodidad.

Uno de los peces más jóvenes trajo rápidamente un viejo anzuelo que tenía guardado desde la vez en que casi se lo llevan enganchado fuera del agua. Un tremendo susto que pudo sobrepasar para poder dar su ayuda ahora. Entre varios enredaron el anzuelo al objeto atascado en la boca del pobre pez, tiraron y tiraron hasta que lograron sacarlo. Aún más sorprendidos quedaron al ver lo que tenían “entre aletas”: un extraño pero bello aro de cintas oro y plata que con los leves rayos del sol que allí lograban llegar daban la sensación de reflejar el brillo de sus propios cuerpecitos luminosos, sólo de cerca se podía comprobar lo frío, inerte, angosto y circular de sus formas.

En medio del alboroto un pez muy correcto propuso llevar el hallazgo al refugio del pez más sabio que habitaba el lugar. Éste era un viejo pez mero que había vivido sus primeros años muy cerca de los humanos en un acuario para investigaciones de una ciudad cercana. Era muy respetado en su comunidad y actuaba como un oráculo cuando se tenían que tomar decisiones importantes, para todos allí era el único pez con poderes especiales.

Apenas al verlo, el gran mero explicó a todos los peces expectantes que el objeto era un anillo de bodas. No era una joya costosa, más bien era muy pequeña y de poco valor, pero su brillo resultaba atractivo en medio de las aguas de un mar donde casi cualquier cosa que entra es novedad. El anillo no era más que el símbolo ahogado de alguna historia de amor de los seres de la superficie, cuyas extrañas acciones suelen ser incomprensibles para los habitantes del mar.

¿Qué hacía un anillo de bodas en medio de un mar distante?, era la pregunta que no dejaban de repetirse inmediatamente después de lo que el sabio mero les había dicho. Un par de peces observaron cómo ésta había volado de prisa desde la proa de uno de esos grandes barcos de pasajeros; siendo lanzado con decisión y quizá con algo de desprecio. Vieron que lo arrojó un hombre, pero por el tamaño de la joya juzgaron que era de una mujer de dedos delgados.

El mero pidió un poco de calma y decidió responder a la reiterada pregunta con el fin de que la tranquilidad regresara a su hogar. Posó sus aletas sobre el anillo y cerró los ojos, todos guardaron respetuoso silencio para permitir que el pez viera la historia detrás del anillo a través de los ojos de su sabiduría. En otras oportunidades él describió el pasado de los objetos que quedaron sumergidos por el hundimiento de barcos de todo tipo. Descifrar la historia oculta de las cosas era una de sus virtudes y una de tantas que le habían hecho ganarse la veneración de toda la comunidad de peces de aquél mar.

Su respuesta comenzó: “que curiosas son las personas y qué curioso es el amor… este anillo pertenece a, ¡perdón!, pertenecía a la princesa de una tribu del norte, de mares muy lejanos de éste en el que habitamos, de piel del color de la canela y de ojos grandes”.

¿Y? ¿Quién es entonces el hombre que arrojó el anillo del barco?”, intervino un pez de boca grande y ojos ávidos de comprensión.

Calma, mi amigo”, continuó él. “Él solía ser un recolector de una tribu del sur. Ahora es un esclavo de barcos de diversión para humanos privilegiados. Allí vive y trabaja, por eso lo vieron cuando cayó el anillo”.

Nuevamente, el pez de boca grande preguntó: “¡claro! Entonces el hombre robó el anillo a la princesa, pero ¿por qué lo arrojó?”.

Haciendo como quien no había escuchado, el mero retomó: “con sus diferencias y anhelos, la princesa y el chico del barco se conocieron. En un arrebato de amor escaparon de sus tribus para encontrarse y unirse para siempre. Este anillo es muestra de ello. Pero no fueron precavidos, ambos jóvenes e inmaduros, tomaron decisiones apresuradas; descubrieron en el camino que lo que los unía no era tan fuerte como sus ya bien sabidas diferencias.

Un día él decidió entregar su vida al trabajo en el mar, poniendo en venta su vida y su libertad, alejándose así de su joven esposa. De una u otra forma, ambos quisieron abandonarse y olvidarse mutuamente. Después de largas temporadas de ausencia, ella le entregó a él su anillo como símbolo del final de su historia, ella no quería vivir más esperando lo que no iba a volver… porque, por lógica, lo que no ha estado no puede volver. Él ató la joya a su a su cuello y la mantuvo hasta que su sentimiento por ella se extinguió. Y es ahí cuando nuestro compañero se atragantó, lo demás ya lo saben
”.

Otro pez rompió el silencio de las caras tristes de los que allí se encontraban: “pero, y ¿dónde quedó el amor? ¿Qué pasó con ella? ¿Por qué no se encuentran y arreglan todo?”.

Respondió el sabio: “los finales felices, los “fueron felices por siempre”, sólo existen en la ficción y éste no es el caso. En realidad, para los individuos no existen los finales, la vida continúa de maneras deseadas o no, sigue siempre su marcha. El mundo no se detiene por el cierre del ciclo de una historia, bien sea ésta larga o breve; ellos lo tenían muy claro”.

Dirigiéndose especialmente al pez que había preguntado, continuó: “¿Cómo pretendes, amigo, que sepa qué ha sucedido con la princesa? Te recuerdo que veo el pasado de las cosas, no el presente ni el futuro. Por lo que puedo esperar, ya debe haber superado su tristeza y estará construyendo un nuevo camino luminoso, si la inteligencia ha guiado sus sentimientos. De lo contrario, sentirá que ha perdido y contaminará su belleza joven con la ira y el resentimiento.

Y dónde queda el amor… ese elemento amorfo y diáfano, en esta historia no se fue a ninguna parte, pues nunca estuvo; por lo tanto, no hay nada que arreglar. Los jóvenes no saben diferenciar el apasionamiento del amor, es muy fácil confundirlos, fue esto lo que les sucedió a este par de humanos. No es sensato hacer promesas bajo el influjo del apasionamiento pues cumplirlas va a requerir esfuerzos que sólo dan como resultado corazones malgastados y seres frustrados. Éstos no son necesarios cuando la base es el amor.
¡Ah! si he visto yo estas historias en cantidades. Muchas veces he pensado que los humanos disfrutan, y no poco, entregando sus vidas a personas con las que intuyen que van a fracasar, pero a las cuales la pasión enceguecedora les bloquea las fuerzas para poder tomar distancia. Supongo que es así como aprenden, son todos muy extraños a mi parecer. Pero bueno, es que también viven aturdidos por tantas sensaciones, velocidades y cosas que les es aún más difícil reconocer cuando hay o no algo tan indeterminado como el amor”.

El silencio de la incomprensión invadió el lugar. ¿Cómo explicarle y hacer comprensible a un cardumen las emociones humanas?. Muy seguramente el único que entendió algo de esas palabras fue el mismo mero, pues a fuerza de compartir con humanos aprendió a conocer algunas de sus complejidades y metáforas.

Decidieron todos los peces dejar el anillo en uno de los viejos barcos hundidos. Tal era su visión del mismo, no exactamente de hundimiento, pero sí de olvido, de un recuerdo que ya a nadie importa y que es más bello dejar que las anémonas y los corales aprovechen para engalanarse.

2 comentarios:

  1. hermoso cuento ,,, una reflexion muy profunda .. ¿es tuyo?

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  2. Hola Mimi, muchas gracias por tu opinión. El cuento es mío y está inspirado en una historia personal. Saludos!

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