... 2012
Lo peor que puede existir en la elección de pareja y en el
amor en general es la resignación.
Resignarse a estar con alguien por temor a la soledad, porque se cree que no
hay más opción, porque se siente que se está en deuda con esa persona, por pensar
que nadie nos amará tanto, por temor, por haber firmado un papel, por
dependencia sexual, por razones económicas, por convenciones sociales, por los
hijos, por culpa del destino o por la razón que sea, muestra la pobreza de
nuestra capacidad de elección a lo largo del tiempo, que es oscilante como todo
proceso social y de pensamiento. Puede deberse sólo a una de las razones
expuestas o a un híbrido de varias, si en algún momento se llega a tener esa
sensación es una señal de que no se ha elegido correctamente o de que el amor,
que posiblemente alguna vez existió, se ha terminado.
Hay tanta riqueza en el amor y en la construcción de una
vida de pareja que apelar a la resignación resulta una situación lamentable.
Elegir una persona con la cual compartir la vida, entre tantos millones de
seres humanos repartidos por el planeta, debe responder a nuestra más fina
racionalidad emocional y no reducirse sólo a una cuestión de instinto o a la
inspiración de nuestros temores e inseguridades. Entre tantas opciones uno
debería verlo con claridad, lamentablemente no es lo que suele ocurrir y muchos
nos hemos confundido alguna vez. La clave, si es que hay alguna, es ser capaces
de abandonar la misión cuando esa sensación aparece, quienes siguen percibiendo
sus emociones atravesadas por tan mala consejera inevitablemente han sido
deshonestos con sus deseos y expectativas y su posibilidad de experimentar plenitud
y felicidad en pareja se verá reducida a cero.
El amor y la resignación son una pésima combinación, pues
limitan nuestra capacidad creativa y, peor aún, nuestra capacidad de ser auténticamente
felices y libres. Y no puedo declararme una experta, hablo desde la
experiencia. He vivido resignada y he renunciado a tiempo, o al menos eso creo,
a estar con una persona por dos motivos: sensación de estar en deuda (pues eso
me hacía pensar) y temor, esto último a partir de sus reacciones violentas de
causarse daño, según él, por mi culpa y mi “maldad”. ¿Hay acaso formas más
manipuladoras de generar esa horrible y dañina resignación?, quisiera negarlo,
pero sí, así es. La peor y más grave forma de manipulación son los hijos. Hay
tanta gente en pareja por dar un “buen ejemplo” a sus hijos, por no dejarlos
sin un padre/madre en su crianza, por garantizar la manutención de los hijos y,
en especial la propia (por lo que más he visto en multiplicidad de casos
recientes), a través del uso obscuro de la paternidad/maternidad como
generadora de culpa; en fin, los niños se constituyen en herramienta de algunos
y en debilidad de otros al momento de tomar una decisión que atañe a la
conservación o no de la unión de pareja. En mayúsculas aparece la resignación.
Ya mucho se ha dicho de las mujeres y nuestro síndrome de
“madre Teresa de Calcuta”, que hasta no transformar el árbol torcido no nos
quedamos tranquilas. Nos resignamos a creer que enderezarlos es nuestro
sacrificio de amor, por favor, ¿quién fue el insensato que se atrevió a decir
que los amantes deben ser una manada de borregos sacrificados?. A quién le
puede parecer siquiera racional pensar que tener que tolerar al otro porque es
visto con los “ojos del amor” cuando sus actitudes y acciones son hirientes y
causan daño. ¿Alguien puede valorarse
tan poquito para creer que es eso lo que merece para compartir sus años de
vida, que pasan rápido y son pocos? Sí, y es la situación de mucha gente. En
realidad he llegado a ver que es la situación de todas las personas que alguna
vez han convivido en pareja, por supuesto, dejando el espacio-mínimo- para las
excepciones. Todo esto, más allá de cuestionar nuestra ya dudosa capacidad de
elección, pone en tela de juicio los imaginarios sociales sobre el amor de los
cuales hemos aprendido y que hemos naturalizado en nuestro accionar.
Nota 2013: cito aquí algunas respuestas del psicólogo Walter Riso que complementan la reflexión sobre el tema y que sirven de herramientas para re-pensar nuestras propias vivencias:
- ¿Qué necesita una pareja? "Necesita tres cosas, y las tres vienen de la tradición griega y de la tradición judeocristiana. Necesita deseo ( eros ), atracción, química. Amistad ( philia ), ser compinches, que los indignen las mismas cosas. Y ágape, no entendido como fiesta, sino como ternura, alegría de que el otro exista, de estar juntos. El amor inteligente es un menú que se activa según las necesidades. Se sufre demasiado por amor y no es bueno".
- Tarea: "Busque un banco vacío en una plaza, tome una hoja de papel en blanco y escriba: ¿Por qué no debería quererte? Esto es plantear los no de una relación de pareja, porque los no suponen que uno está medio resignado. Si uno termina con la hoja en blanco, eso significa que la relación con nuestra pareja está muy bien . Pero si la hoja está escrita significa que hay temas que deberíamos resolver [...]".
Nota 2013: cito aquí algunas respuestas del psicólogo Walter Riso que complementan la reflexión sobre el tema y que sirven de herramientas para re-pensar nuestras propias vivencias:
- ¿Qué necesita una pareja? "Necesita tres cosas, y las tres vienen de la tradición griega y de la tradición judeocristiana. Necesita deseo ( eros ), atracción, química. Amistad ( philia ), ser compinches, que los indignen las mismas cosas. Y ágape, no entendido como fiesta, sino como ternura, alegría de que el otro exista, de estar juntos. El amor inteligente es un menú que se activa según las necesidades. Se sufre demasiado por amor y no es bueno".
- Tarea: "Busque un banco vacío en una plaza, tome una hoja de papel en blanco y escriba: ¿Por qué no debería quererte? Esto es plantear los no de una relación de pareja, porque los no suponen que uno está medio resignado. Si uno termina con la hoja en blanco, eso significa que la relación con nuestra pareja está muy bien . Pero si la hoja está escrita significa que hay temas que deberíamos resolver [...]".
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