jueves, 16 de mayo de 2013

Desolado

... 2011
Las casitas de muñecas se están ensombreciendo, hay cosas que salieron a turbar la calma que iluminaba últimamente la casa. Parece que el cerrojo no es del todo resistente a la presión de aquel demonio prisionero. Él no quiere la calma de La casa porque la envidia, porque le duele recordar aquellos tiempos en que era un habitante más de aquel lugar, era feliz, no estaba atrapado. 

Ahora paga su condena, una que él ató a su cuello por temer sentirse tan a gusto. Él lo decidió así y no cesa su arrepentimiento, pero tomó el camino que no tiene retorno, se abandonó a su vanidad.   
Todos los hombres saben que no hay cosa que duela más que perder por torpeza aquello que se disfruta cuando se tiene pero que no se cuida lo suficiente por creerlo asegurado. Se olvida a veces la naturaleza efímera de los bienes humanos. El demonio antes de ser demonio fue hombre y tuvo que aprender tan dolorosa lección y sin embargo continuó actuando en contra del mágico objeto amado. Llenó su casa de fuego, creyó así purificar y renovar su existencia y no notó que el fuego también consumió su más valiosa posesión. En el fondo, muy en el fondo, sabía que no podría tener de nuevo una casa así, pero él quería una nueva: siempre siguió sus caprichos y, aunque el imperdonable tiempo ya había curtido hasta el hastío sus emociones, no estuvo nunca dispuesto a conformarse.
Ya no hubo más baúles ni cajitas de Pandora para abrir, ni tormentas para desatar. La llave llegó sin ser buscada y estremeció todos los cimientos hasta el punto de la inexistencia. Sólo polvo y cenizas son el resultado de la curiosidad del demonio.  

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